sábado, 30 de julio de 2011

BARBARA LA BARBA!

Desde pequeño siempre deseé tener barba, tanto que empecé a afeitarme prematuramente debido a ese rumor de que si se rasuran los vellos, van creciendo cada vez mas gruesos. Esas primeras afeitadas fueron un fiel reflejo de lo aprendido viendo a mi padre y a la televisión, es decir, con espuma y todo a pesar de no tener un pelo en la cara, a excepción de mis cejas y pestañas. Mis movimientos eran torpes y causaban más de una cortada que llevaba con orgullo, "sí, son heridas que sólo un hombre puede llevar", pensaba ingenuamente a mi corta edad. El proceso terminaba tan mal como comenzaba, con un poco de loción "Boy–Boy para los chicos de hoy" en las manos, que luego frotaba por mi rostro y que en este momento, recordando, me hace replantar si el mayor dolor que se puede llegar a sentir es el de una mujer dando a luz. 
–Si desea hacerse una idea, recuerde aquella escena de "Mi pobre angelito 1", o simplemente esté pendiente del Canal Caracol un festivo que de seguro ahí la pasan–.

Ya un poco más grande, y con inicios de barba, soñé con que esta fuera lo suficientemente masculina o "ruda" como para encender un fósforo. Debo decir ahora que después de unos cuantos años y muchas cajetillas de "El Rey" malgastadas, mi barba no es nada útil a la hora de acampar  y mucho menos si se trata de un día de las velitas.

Hoy estoy orgulloso de mi barba y sin ella me siento extraño. Pocas veces me afeito como lo manda Gillete (nalga de bebé), pero cuando lo hago, espero con ansias a que vuelva a crecer lo más pronto posible, recibiendo comentarios de la gente que me dice que me veo muy joven, o  de mi madre que me comenta que me veo más "simpático". La cosa es que no deseo verme joven y mucho menos simpático.

TL (tiempo estimado de lectura): 2 minutos